Las distintas agresiones que se producen entre niños y adolescentes, sean estas físicas, verbales o sociales, sabemos que siempre tienen un fuerte impacto en el psiquismo de la víctima y en oportunidades, también de los testigos, quienes muchas veces, por temor, no se animan a intervenir o denunciar.
La investigación nos muestra que, si bien estas violencias son conocidas por la mayoría de los alumnos, las califican de esporádicas, mientras que un porcentaje que varía según la edad y la región, entre un 3 y un 6 por ciento, manifiesta ser maltratado, intimidado, ridiculizado por algún compañero o grupo durante semanas, meses y en algunos casos por años.
Una encuesta que aplicamos a fines del 2005 a unos 6 mil estudiantes de entre 10 y 18 años de distintas provincias argentinas, reveló que el acoso escolar -ya estudiado en los países del primer mundo- es padecido también por nuestros alumnos. Pero, como si no tuviéramos suficiente con esta forma de violencia, desapercibida por los adultos y muy conocida por los alumnos, hoy debemos reconocer que los acosadores están aprendiendo a utilizar la tecnología para sus fines. Internet, la mensajería instantánea, los celulares, el correo electrónico, hacen que este tipo de violencia se potencie, se prolongue y complemente el efecto del acoso cara a cara.

Un estudio en el Reino Unido del portal de Internet MSN sobre 600 jóvenes de 12 a 15 años y sus padres aporta datos relevantes, centrados en el envío de correos electrónicos y mensajes instantáneos. Junto a un 11% de receptores de mensajes intimidatorios, un 44% afirma conocer a alguien que ha sufrido este tipo de acoso digital. Un 48% de los padres desconocía hasta ahora la existencia del acoso on line, y un 74% de los adolescentes afectados no lo había comunicado porque temían que sus padres, al enterarse, les impidiesen utilizar Internet.La principal diferencia entre el ciber-acoso y el presencial, es que los menores trasladan a Internet sus insultos y amenazas haciendo pública la identidad de la víctima en un foro determinado (blogs, websites), incluso facilitando en algunos casos sus teléfonos, de manera que gente extraña se puede adherir a la agresión.
En España, las cifras también son alarmantes, ya que según una encuesta de la asociación Protégeles aplicada a 2.000 jóvenes españoles de entre 11 y 17 años, un 19% había enviado algún mensaje de celular intimidatorio.
En Australia, Estados Unidos y Singapur, existen escuelas que han tomado medidas directas contra este tipo de mensajes entre sus alumnos. En Nueva Zelanda, en una encuesta a mil jóvenes (12 a 19 años), una cuarta parte denunciaba que había recibido mensajes intimidatorios y un 46%, que los había enviado. Nueva Zelanda afronta estos días el caso del suicidio de Alex Teka, una niña de 12 años, atribuido por la familia a los mensajes de texto (SMS) intimidatorios enviados por sus compañeras.
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